Fue Edward Jenner quien, al observar que las personas que estaban expuestas a la viruela vacuna no desarrollaban la viruela humana y posteriormente iniciar la vacunación de personas con viruela vacuna en 1796, se ganó el título honorífico de padre de la Inmunología. Sin embargo hasta que Robert Koch (1843-1910) no descubrió el célebre bacilo de Koch, no se relacionó la existencia de microorganismos como agentes causales de enfermedades infecciosas y se pudo definir la Respuesta Inmunológica como el conjunto de respuestas que un organismo desarrolla contra las infecciones causadas por patógenos (virus, bacterias, hongos o parásitos eucariotas).
La reseña histórica en este campo se completa con las teorías de otros dos investigadores, el Dr. Elie Metchnikoff que en 1910 definió la Respuesta Inmune Innata y el Dr. Shibasaburo Kitasato que en 1890 definió la Respuesta Adaptativa.
Respuesta inmune Innata: Es una respuesta inespecífica que el organismo desarrolla de manera inmediata contra un patógeno. Es una respuesta que siempre está presente en los organismos y es realizada por células fagocíticas (células que literalmente “engullen” el patógeno) y sustancias que éstas liberan. Es por lo tanto una respuesta muy rápida y no genera memoria en el organismo.
Respuesta inmune Adaptativa: Es una respuesta que genera el organismo contra un determinado patógeno o sus productos, es por lo tanto específica y lógicamente requiere un tiempo para desarrollarse. Es por lo tanto una respuesta más lenta, pero muy específica del antígeno presente en el patógeno (antígeno: es una sustancia propia o ajena que hace que el organismo genere anticuerpos frente a él al ser reconocido como amenaza potencial). Esta respuesta sí genera memoria inmunológica de tal modo que cuando el patógeno reinfecta al individuo es rápidamente reconocido. Esta característica es la base teórica para la fabricación de vacunas.
La respuesta innata, se inicia con la existencia de barreras físicas que impiden la entrada de patógenos, éste es el caso de la piel que establece una muralla continua y resistente en el organismo y la mucosa que tapiza todas las vías que en el interior del cuerpo tienen contacto con el exterior (aparato respiratorio, aparato digestivo, ojos y aparato reproductor). La mucosa es permeable a gases y nutrientes, en ocasiones contiene también barreras químicas como por ejemplo la lisozima que tiene efecto antimicrobiano. Además son componentes celulares de la respuesta innata los granulocitos, los macrófagos, las células dendríticas y las células NK (del inglés “Natural Killer”). Esta respuesta se complementa con un componente humoral de factores solubles, el sistema del complemento que agrupa más de 20 proteínas plasmáticas que producen la destrucción directa del patógeno y los interferones, proteínas claves al bloquear la expansión de los virus que han conseguido entrar en el organismo.
Respecto a la respuesta adquirida, está mediada por un componente celular representado dos tipos de células los linfocitos B y los linfocitos T y un componente humoral, los anticuerpos y algunas citoquinas (proteínas que comunican unas células con otras y modulan las respuestas celulares).